Pasamos allí
toda la noche. Sólo Cora fue capaz de dormir un poco. Miré el reloj. Las seis
de la mañana. Desde que Álvaro volvió de la habitación de Vane no habíamos
tenido más noticias, según los médicos sólo nos quedaba esperar.
- Voy a por
un café. –dijo Blas. -¿Queréis algo?
- Espera,
voy contigo. –respondí. –Y de paso voy al servicio.
- Tráeme
otro a mí, anda. –dijeron Carlos y Dani.
Nos
levantamos y, cogidos de la mano, fuimos hacia la cafetería. De camino entré en
el baño. Cerré la puerta, me sujeté el pelo con la mano, me incliné sobre el
váter y vomité. Después apoyé las manos en el lavabo, me mojé la cara y me miré
en el espejo. Estaba hecha un desastre, las lágrimas habían hecho que el
maquillaje de los ojos se esparciese alrededor. Cogí un trozo de papel, lo mojé
e intenté limpiarlo un poco, pero resultó inútil. Salí del baño.
- Sí que has
tardado. –dijo Blas.
- Lo siento.
- No lo
sientas. –respondió dándome un beso en la mejilla.
Llegamos a
la cafetería.
- Tres
cafés, por favor. ¿Quieres algo princesa? –me sugirió Blas.
- No gracias…
no tengo hambre… -respondí.
- Tienes que
comer algo… -dijo Blas con cara de pena.
- Luego si
eso bajo a por un sándwich. –dije mintiendo.
Me senté en
una de las mesas mientras esperábamos y saqué el móvil. Tenía un montón de
mensajes pero no los leí. Bloqueé la pantalla y me miré. Blas llegó con los
tres cafés en una bandeja y, al verme, dejó todo encima de la mesa. Me quitó el
móvil y dijo:
- Estás preciosa.
- No es
cierto Blas. No puedo estar preciosa cuando una de mis mejores amigas está en
coma y no sabemos si despertará.
- Aun así,
estás preciosa. ¿Quieres que subamos y preguntemos si puedes pasar a verla?
Asentí.
Pulsamos el
botón del ascensor y, una vez dentro, el botón de la planta 5. Cuando se
cerraron las puertas, Blas se acercó a mí y me secó las lágrimas.
- Me acuerdo
que ayer, cuando vimos Titanic, también lloraste pero a la vez sonreías…
- Lo siento
Blas, pero necesito saber que Vane va a ponerse bien.
- Sólo
quiero verte llorar si es de alegría, ¿vale?
Se acercó
aún más a mí, sosteniendo la bandeja con la mano izquierda. Sus labios rozaron
los míos pero algo nos interrumpió. Era mi móvil. Era Carlos. No me dio tiempo
a contestar cuando la voz de Patri dijo ilusionada a través de la línea:
- ¡Buenas
noticias!
- ¿Ha
despertado? –dije mientras ponía el altavoz.
- No lo sé,
pero nos han dicho que ha mejorado mucho.
Colgué.
Abracé a Blas con tanta fuerza que la bandeja con los cafés acabó en el suelo.
<<Te lo dije>> me susurró al oído.
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