jueves, 7 de noviembre de 2013

Capítulo 10 ~ De camino a casa (parte 2)

Coraima caminaba con la cabeza gacha. A su lado, David, la miraba de reojo de vez en cuando.

David: ¿Te pasa algo, nena?
Coraima: Bueno… no es nada…
David: Desahógate.

Coraima levantó la cabeza. Miró a David. Primero a los ojos, después su mirada se dirigió a los labios de éste. Finalmente decidió que lo mejor era contarle a alguien lo que le pasaba, y parecía que David estaba muy dispuesto a escucharla.

Coraima: Pues verás, hace unos días que lo dejé con mi novio…
David: Vaya… lo siento mucho, ¿y qué pasó?
Coraima: Pues que era un cabrón.
David: ¿Y eso?
Coraima: Él se llama Sergio. Éramos felices, yo le quería un montón y él simplemente, se dejaba querer. Pero el otro día le pillé en la puerta de su casa, cuando iba a darle una sorpresa, besándose con otra chica. Se me cayeron las bolsas que llevaba en la mano y me quedé allí plantada. No sabía cómo reaccionar. Las piernas no me funcionaban. Mi corazón quería que saliera corriendo de allí, pero mi cerebro exigía una explicación a aquello. Así que hice caso a mi cabeza y me quedé allí. Sergio me vio y se acercó diciendo que no era lo que parecía. Pero ¿qué otra explicación había para ese beso? Me abrazó y me dijo que recogiera las bolsas del suelo. Me preguntó qué le había llevado a lo que le respondí con lágrimas en los ojos: “Todo esto, es para ti, puedes quedártelo, pero a mí no me vuelvas a llamar ni a hablar en tu puta vida.” Y me fui corriendo de allí.

David escuchó con atención toda la historia de Coraima.

David: ¿Y dónde dices que vive? Porque estoy por ir a decirle un par de cositas.
Coraima: David, eres el único que sabe la historia completa. Por favor no se lo digas a las chicas.
David: No voy a contar nada, princesa. Pero mis labios no están sellados.
Coraima: ¿Qué quieres de…?

Coraima no pudo terminar la frase porque David la agarró por la cintura y la besó dulcemente en los labios. Fue un beso de unos pocos segundos, pero para ambos, fueron los segundos más esperados de toda la noche.

David: Ahora sí que están sellados.

La chica estaba roja como un tomate. No sabía que decir, y no hizo falta decir nada, porque con ese beso, David lo había dicho todo.

David: Yo prometo que nunca tendré ojos para otra.
Coraima: ¿A qué te refieres?

David: A que, si tú quieres, me gustaría empezar una bonita historia contigo. ¿Qué me dices? 

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