Eran las
cuatro y media de la tarde. Habían quedado a las cinco. Patri estaba hablando
conmigo por whatsapp cuando se dio cuenta de la hora. Todavía no había empezado
a arreglarse.
<<
¡Mierda!>> pensó Patri.
Se levantó
corriendo, se despidió de mi la manera habitual: “Yo querer tu Lala!”. Tiró el
móvil en el sofá y se fue a toda prisa a su habitación. Ya tenía pensado qué
iba a ponerse. Era un vestido azul turquesa por encima de la rodilla y de un
solo tirante. A Carlos le encantaba aquella prenda. Bueno, realmente a Carlos
le encantaba cualquier cosa que llevara puesta la chica. En definitiva, a
Carlos le encantaba Patri.
Eran las
cinco menos cinco. Llamaron al telefonillo:
Patri: ¿Sí?
Carlos:
¿Vive aquí una princesa?
Patri: No,
creo que se ha equivocado.
Carlos: ¡Es
verdad! Aquí vive una reina.
Patri: Anda
tonto, ya bajo.
La chica
cogió su bolso. Sacó las llaves y tiró de la puerta para cerrarla. Pulsó el
botón del ascensor pero, como tardaba demasiado, decidió bajar por las
escaleras. Cuando llegó abajo vio que Carlos la esperaba en la puerta.
Carlos:
Buenas tardes mi niña.
Patri: ¡Buenas!
¿Adónde me llevas?
Carlos: Pues
a un sitio muy bonito.
Subieron en
el coche. Tardaron 10 minutos. Cuando Carlos paró, Patri salió del vehículo y
se encontró ante un paisaje precioso. Una enorme pradera se extendía ante
ellos. Se podían distinguir varios árboles al fondo y los pájaros cantaban sin
cesar. No había nadie más, sólo ellos.
Además sus teléfonos móviles no les molestarían. Aquel era un sitio donde se
respiraba tranquilidad.
Patri: ¡Wow!
Parece sacado de una película.
Carlos: Y lo
mejor es que es sólo para nosotros. Nadie nos va a molestar.
Patri: Te
quiero demasiado, ¿lo sabías?
Carlos: No
más de lo que yo te quiero a ti. Patri… hace mucho tiempo que nos conocemos… y,
bueno, había pensado en dar un paso más, sólo si tú quieres, claro.
Patri
entrelazó sus manos alrededor del cuello de Carlos y con un beso dulce contestó
a su proposición.
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